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El sembrador y la mujer

Cuando mi bueno y viejo amigo José Luis Linares, párroco de la Natividad, me pidió que le pintara un mural para la iglesia, sólo eligió el tema: la parábola del Sembrador. Tuve total libertad en el desarrollo de la obra. Como soporte elegí un políptico de cinco paneles de madera enmarcado en una potente estructura de hierro de 15 m x 3 m.

Entre los años 1971 y 1973 me dediqué a viajar por todo el mundo; y me interesé principalmente por el arte de las vidrieras, por lo que visité las catedrales de los diferentes  países por los que pasaba, deteniéndome principalmente en España, Francia y Alemania, donde también entré en contacto con las técnicas del vidrio y del emplomado. Al rememorar esos años ya lejanos y repasar los análisis, que ya en su día hice sobre los motivos que contenían las vidrieras de las catedrales, observé el poco protagonismo de la mujer en sus representaciones pictóricas. Fue en ese momento cuando desarrollé el cuadro en mi mente. Sería una alabanza al sembrador, al Verbo que fue en un principio y luego habitó entre nosotros.

La figura central es la del sembrador esparciendo la semilla, y los otros cuatro paneles lo ocupan una mujer en cada uno de ellos señalando la semilla caída y dirigiéndose al Señor en una danza de alabanza.

Con estas figuras pintadas sobre madera simulando unas vidrieras en clave expresionista he querido hacer un homenaje a la mujer catequista y a la mujer en general que ayuda, ¡y de qué manera!, a sostener la Iglesia; una mujer fuerte que hoy en el siglo XXI es de reconocimiento público su labor imprescindible en la propagación de nuestra doctrina cristiana.

Jorge Rando, Málaga, septiembre 2009